La escritora Patricia Bonjour, hija de una familia de Epecuén, presentó su libro “Epecuén: En la memoria de las ruinas”, una obra que recupera la voz de los habitantes de aquel pueblo bonaerense que desapareció bajo el agua en noviembre de 1985, hace exactamente 40 años. En diálogo con Todo Provincial RADIO, la autora repasó su historia personal, los años dorados de la villa termal, la tragedia de la inundación y la memoria colectiva que aún late entre quienes la habitaron.
La infancia entre hoteles, turistas y sueños
“Al mes de nacer ya estaba en Epecuén”, contó Bonjour, quien nació en 1961 y vivió allí toda su infancia y adolescencia. En aquellos años, la villa era un símbolo de prosperidad y modernidad. “Había grandes inversiones, hoteles de lujo, parques, cines, canchas de tenis, y se pensaba incluso en construir un casino como el de Mar del Plata”, recordó.
El origen de la villa turística se remonta a fines del siglo XIX, cuando los estudios sobre la laguna revelaron que sus aguas poseían una salinidad superior a la del mar, sólo superada por el Mar Muerto. Ese hallazgo impulsó el desarrollo de un turismo termal sin precedentes en la provincia de Buenos Aires. “Carhué comenzó con los primeros hoteles hacia 1900, y Epecuén creció con loteos, espigones y proyectos pensados a lo grande”, explicó.
A mediados del siglo XX, el perfil de los visitantes cambió. “Entre el 45 y el 55 se promovió un turismo más popular, ligado al pueblo trabajador. Muchos habitantes comenzaron a levantar sus propios hospedajes con esfuerzo, ladrillo por ladrillo. En invierno éramos mil personas y en verano llegaban entre 20 y 25 mil turistas”, recordó Bonjour, evocando la vida vibrante de un destino que combinaba lujo, aguas termales y fiestas con orquestas en vivo.
Entre el turismo y la industria
Además del turismo, Epecuén tuvo una importante actividad minera. “La sal era un recurso estratégico, utilizada para medicamentos y detergentes. Había minas y trenes que transportaban la producción. Pero también se discutía hasta qué punto esa explotación podía afectar el turismo”, relató. Esa tensión entre desarrollo industrial y sustentabilidad turística marcó parte de su historia.
El avance del agua y la tragedia del éxodo
Todo cambió en 1975, con la finalización del Canal Ameghino, una obra hidráulica pensada para paliar la falta de agua durante los períodos de sequía. “El problema fue que se construyeron tres tramos de cuatro. El último, que debía regular el ingreso de agua al sistema de lagunas encadenadas, nunca se hizo y quedó como una canilla abierta”, señaló Bonjour.
Con el cambio climático de los años 70, las lluvias se intensificaron y el canal siguió abierto. “El agua comenzó a subir y durante casi diez años vivimos una agonía lenta. Los turistas dejaron de venir, los hoteles cerraban, y el pueblo se sumergía en una tristeza colectiva”, relató.
El 8 de noviembre de 1985 se fisuró el terraplén que intentaba contener la laguna, y dos días después comenzó el éxodo masivo. “No nos íbamos porque no teníamos dónde ir. Esa era nuestra vida, la tierra elegida por nuestros padres. Muchos decían: ‘Yo no perdí propiedades, perdí mis sueños’”, recordó emocionada.
Para Bonjour, la inundación no fue una fatalidad natural sino una consecuencia de decisiones humanas. “Yo soy una de las indemnizadas por la provincia. Y no se indemniza a nadie por la lluvia, sino por las obras no realizadas y la desidia estatal”, afirmó.
De la desolación al renacer
El agua cubrió todo durante tres décadas. “Treinta años después volví a mi casa y no quedaba nada”, contó. Muchos vecinos se refugiaron en Carhué, que tuvo que absorber a los desplazados y también enfrentó el riesgo de quedar bajo el agua. “Fuimos una zona de sacrificio. Se eligió inundar Epecuén para salvar otros pueblos”, lamentó.
En medio de esa lucha, su padre —fotógrafo de toda la vida— se convirtió en un referente político local y fue intendente de Adolfo Alsina entre 1994 y 1996. “Mi papá siempre decía que quería morir en Epecuén. Como él, muchos epecuenses murieron sin poder volver”, recordó Patricia.
Un libro para recuperar la memoria
“Epecuén: En la memoria de las ruinas” no busca señalar culpables ni reconstruir datos técnicos, sino dar voz a quienes vivieron el antes, el durante y el después. “Es una narrativa testimonial. Habla de lo que sentimos, de cómo fue vivir ahí, irnos y tratar de reconstruirnos. Son historias de vida, de pérdida, de resistencia”, explicó.
El libro reúne 40 entrevistas, documentos familiares y fotografías tomadas por su padre. “He trabajado este tema durante 40 años. Escribirlo fue un modo de sanar, pero también de agradecer a quienes se animaron a abrir ese cofre de recuerdos y dolores”, sostuvo.
Un reencuentro lleno de emoción
Hoy, las ruinas de Epecuén son un sitio turístico y patrimonial que atrae a viajeros, fotógrafos y curiosos de todo el mundo. “El 9 de noviembre nos reunimos los epecuenses de diferentes lugares. Fue un reencuentro lleno de emoción. Carhué tiene hoy hoteles, termas y spa, pero Epecuén es otra cosa: tiene una identidad única, una historia que sigue viva bajo el agua y en nuestra memoria”, concluyó Bonjour.