El miércoles 19 de junio próximo, a las 20, en el Teatro Municipal Coliseo Podestá (10 N° 733 entre 46 y 47), la Orquesta Estable del Teatro Argentino de la Plata, dependiente del Ministerio de Gestión Cultural de la Provincia de Buenos Aires, ofrecerá el segundo concierto de su Ciclo Anual.
Con la dirección de Gustavo Fontana interpretará Le Tombeau de Copuperine (M.68ª.–IMR 50) de Maurice Ravel y la Sinfonía en re menor de César Franck.
La entrada será libre y gratuita, por orden de llegada, hasta colmar la capacidad de la sala.
Dos notables obras
Le Tombeau de Couperine es una suite para piano, compuesta por Maurice Ravel (1875-1937) entre 1914 y 1917, que consta de seis movimientos: Prélude, Fugue, Forlane, Rigaudon, Menuet y Toccata. La intención original del músico era rendir homenaje al barroco francés (de allí la mención a Couperin, aunque el tributo incluía a otros representantes del período, como Rameau), reelaborando elementos propios de la época en su propio lenguaje.
Pero el estallido de la Primera Guerra, que impactó tan fuertemente en la vida de Ravel y sus compatriotas, lo llevó a convertir lo que iba a ser una suite de danzas galante y desenfadada en una elegía. Recuperó entonces los tombeau del barroco, escritos en memoria de algún fallecido y caracterizadas por ser obras de carácter dramático y sombrío. Antes de desatarse el conflicto, el autor ya había concluido la Forlane y tenía muy avanzados el Menuet y el Rigaudon.
En contraste, las partes concebidas después de la contienda ya no son danzas y están impregnadas de melancolía. Sin embargo, la sensación final que deja en el oyente no es lúgubre sino luminosa, revelación del convencimiento de que la vida se sobrepondrá a la devastación. Cada sección está dedicada a un familiar de alguna persona cercana al artista muerto en la conflagración. El mismo Ravel elaboró en 1919 una versión orquestal (que recoge cuatro de los seis movimientos: Prélude, Forlane, Menuet y Rigaudon) que la Orchester Pasdeloup, dirigida por Rhené-Baton, estrenó en París en 1920.
El belga César Franck (1822-1890) escribió, entre 1886 y 1888, su Sinfonía en re menor, única expresión del género que concibió, obra que por otra parte acabaría siendo la más célebre de toda su producción. La dedicó a su alumno Henri Duparc y la primera audición se concretó el 17 de febrero de 1889, en el Conservatorio de París, con la batuta de Jules Garcin. El prestigio del músico se asienta en las creaciones de la última etapa de su vida y entre ellas se destaca especialmente esta pieza, cuya première se produjo apenas un año antes de la desaparición física de Franck. Aunque la obra se vale de una estructura cíclica característica de la tradición romántica, posee al mismo tiempo una sonoridad típicamente germánica. Bien puede considerársela una adecuada expresión de la renovación de la forma sinfónica efectuada en el medio galo en las postrimerías del siglo XIX. Es una partitura que, en definitiva, combina tanto recursos provenientes de la escuela francesa como de la alemana y evidencia, entre otras, las influencias de Wagner y Liszt. Esta suerte de testamento musical del autor, con la genial exploración de un tema único a lo largo de su desarrollo, tiene una duración aproximada de 40 minutos y cuenta con tres movimientos: Lento. Allegro non troppo/Allegretto/Finale. Allegro non troppo.