El ilustre Toki Juan Kalfukurá, cuyo nombre es escrito con «k» según las comunidades, falleció en su cuartel ubicado en las Salinas Grandes de Macachín el 3 de junio de 1873. Durante más de 40 años, Juan Calfucurá fue el indiscutible líder de los pueblos originarios desde el Río Salado hasta la Patagonia. Tras su muerte, los pueblos originarios fueron arrasados de la región por el Estado nacional en busca de expandir sus fronteras. Sin embargo, la historia lo ha relegado a un papel secundario asociado con la «barbarie». En la actualidad, su cráneo profanado permanece en el Museo de La Plata, mientras las comunidades exigen su restitución.
Gustavo Namuncurá, tataranieto del cacique Calfucurá, destacó: «La imagen del Toki Calfucurá tiene dos dimensiones: una política y social y una mística, que está en los relatos de su pueblo, de la gente que aún vive», explicó el referente de la Lof (comunidad) Namuncurá, en el paraje San Ignacio, al sur de Neuquén.
«Fue un defensor de los originarios y sigue manteniendo esa imagen para el pueblo mapuche«, subrayó el tataranieto del líder mapuche y señaló que en los recorridos que hacía Juan Calfucurá por el este del actual territorio de La Pampa «encontró campos de concentración», fortines en los que tenían alrededor de «2.500 personas sufriendo, padeciendo», no solamente mapuches sino también «aimaras, wichis, tobas», y fue él quien los liberó.
«Ese sentido libertador de personas que él tenía es lo que prevalece hoy como su lucha. En la actualidad muchos sienten la imagen de Calfucurá, el gran Toki, como un hacedor de libertad«, expresó Namuncurá.
Sin embargo, consideró que su imagen «debería ser reivindicada no solamente para la nación o pueblo mapuche, sino para todos los argentinos porque Calfucurá quería la libertad».
«Era un estadista, él quería un Estado argentino. Creo que somos argentinos gracias a gente como él, ése es el mensaje que me deja», añadió el tataranieto.
En ese sentido, destacó las cartas históricas halladas y recopiladas en el libro «Juan Calfucurá. Correspondencia», del investigador Omar Lobos que reflejan cómo el cacique mapuche «se relacionaba con los políticos y militares contemporáneos» en tiempos en que se comenzaba «a gestar la personalidad política de nuestro país».
«Es importante para sumar a la historia argentina de esa época, de la que ha sido prácticamente excluido Calfucurá ya que no se cuenta lo que él hacía como prócer, como libertador y como protector y defensor de los derechos de los pueblos originarios«, enfatizó.
Respecto a la dimensión mística del cacique, Namuncurá recordó las leyendas que «crecieron escuchando», como que «el Toki tenía dos corazones y a eso se le atribuía su gran fortaleza física y su resistencia».
«O que tenía dos Ñihuá (picaflor en mapudungun), que andaban con él y recorrían el territorio para luego hablarle al oído y decirle qué es lo que había adelante», agregó.
«Esas imágenes que aún conservamos dentro del pueblo mapuche nos dan la fortaleza de saber que uno de nosotros tenía ese poder, ese alcance. Es un personaje muy emblemático para nuestro pueblo», sostuvo el tataranieto del cacique.
En una entrevista realizada por Todo Provincial, el historiador Omar Lobos afirmó que la historia oficial no ha tratado de manera justa la figura de Juan Calfucurá, quien ha sido estigmatizado al igual que otros pueblos originarios a los ojos de la civilización blanca que lo ha relacionado con la figura del «bárbaro», el «malonero», el «ladrón» y el «chileno invasor de los verdaderos indios argentinos». Sin embargo, Lobos subrayó la importancia de comprender que los pueblos originarios preexistieron a los Estados nacionales que se formaron sobre ellos en toda América.
Respecto a la presencia mapuche en la Provincia de Buenos Aires, Lobos destacó la dificultad de separar el sincretismo étnico entre mapuches y tehuelches en aquellos tiempos históricos. Mencionó que existían bases tehuelches en muchos de los pueblos reconocidos como mapuches, como los Pampas de la Provincia de Buenos Aires, cuya tribu de Catriel y su familia hablaban en mapudungún y realizaban rituales similares a los de la cordillera.
Lobos explicó que la expansión del pueblo mapuche-tehuelche se dio como respuesta a la presión de los españoles al otro lado de la cordillera y a la proliferación del ganado cimarrón introducido por los primeros exploradores europeos. Esta expansión implicó cambios políticos, bélicos y económicos, ya que los mapuches adoptaron los hábitos de caza de los tehuelches, aunque conservaron su estilo de vida sedentario y mejoraron sus técnicas de construcción de toldos. Se generó así una cultura sincrética, al igual que la fusión de costumbres entre los indios y los gauchos.
Además, destacó que Juan Calfucurá no solo fue un guerrero, sino también un político. El líder indígena mantenía correspondencia, desarrollaba una Cancillería y trabajaba en la política para tratar de persuadir y lograr la coexistencia con la civilización blanca. Estableció relaciones con personajes históricos como Urquiza, Rosas, Sarmiento y Mitre, con quien tuvo una buena relación durante su presidencia. Lobos resaltó que la participación de los indígenas en las guerras civiles argentinas.