Martín Guzmán renunció a su cargo como ministro de Economía, según un comunicado publicado en la tarde de este sábado en su cuenta de la red social Twitter. La información se conoció en el mismo momento que la vice presidenta, Cristina Fernández de Kirchner estaba realizando su discurso en Ensenada recordando el fallecimiento de Juan Domingo Perón.
«Con la profunda convicción y la confianza en mi visión sobre cuál es el camino que debe seguir la Argentina, seguiré trabajando y actuando por una Patria más justa, libre y soberana», afirmó Guzmán con un tuit en el que compartió su carta de renuncia.
En diciembre de 2019, Martín Guzmán asumió como ministro de Economía siendo un completo extraño para la mayoría de los argentinos. No lo conocían en la política; tampoco en las empresas ni en los gremios. Sí, en cambio, ya lo tuteaba –y consultaba- una ínfima parte del peronismo racional, aquella que pactó en los primeros tiempos del gobierno de Mauricio Macri. Hace minutos presentó su renuncia.
Más allá de sus méritos académicos, tenía colgada una medalla que lo terminó catapultando a la silla que más quema dentro del Palacio de Hacienda: era un pupilo de Joseph Stiglitz en un grupo de estudios de Columbia en el que se analizaban los problemas de las deudas externas, el caballito de batalla del kirchnerismo contra los recién catapultados macristas. Stiglitz no era, por otra parte, cualquier ganador del Premio Nobel; era el más admirado por Cristina Kirchner.
LA RENUNCIA
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De la noche a la mañana, Guzmán entendió el juego: se convirtió en el más cristinista de los albertistas en la composición del gabinete económico. Pese a que siempre se vendió como “un soldado del Presidente”, hasta que logró cerrar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) este año mantuvo esa “visión política” –y ambición- de tener los pies en el plato vicepresidencial. No siempre lo logró, sobre todo sobre el final de la gestión, la más larga para un ministro de Economía en los cuatro kirchnerismos (superando incluso el período de Roberto Lavagna).
Así, antes de cerrar la reestructuración de la deuda externa en dólares con legislación extranjera, el entonces ministro de Economía pasó a certificar esa decisión por el departamento de Juncal y Uruguay de Cristina Kirchner. Más adelante, viajaría al sur -con peor suerte- por las tarifas.
“Vamos a tranquilizar a los mercados”, dijo el 12 de diciembre de 2019, en su primera aparición ante los medios en el microcine del quinto piso del Palacio de Hacienda. Mantuvo ese latiguillo, sin mucha densidad fáctica, hasta el final de su gestión. En esa conferencia adelantó el envío al Congreso del proyecto de “Solidaridad Social y Reactivación Productiva”, que fortaleció el cepo cambiario (con el impuesto PAIS) y subió impuestos (retenciones y bienes personales).
Bajo la sombra de Stiglitz, – con renegociaciones de deuda mediante-, la idea de Guzmán siempre fue lograr espacio fiscal para gastar más. De hecho, comenzó a incrementar el gasto meses antes de la llegada de la pandemia de coronavirus, cuando la curva de gastos e ingresos se cruzaron al comienzo de 2020. El rol del Estado para el ministro era estimular la demanda con gasto real.
A paso muy lento, secuencial, Guzmán logró en agosto de 2020 la primera “victoria” económica para el Gobierno con la deuda, la bandera más izada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner para fomentar la unidad contra un enemigo común: Mauricio Macri. El canje que cerró con apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI) luego de arduas negociaciones, sobre todo con el fondo Blackrock, generaba un alivio de US$42.500 millones en cinco años, sobre todo en intereses. La quita de capital fue de 1,9% (US$1230 millones). El valor presente neto (VPN) a tasa de descuento de 10% de su oferta fue de US$54,8 centavos por dólar. La tasa de interés promedio de los nuevos bonos quedó en 3,07%. Cristina se sacó la foto con Guzmán para subirse a ese “éxito”. Esos bonos terminarían en los últimos días de su gestión con valores de default.
Algunos desaciertos del Gobierno con el sector privado (el intento de expropiar Vicentin o el cambio de reglas de juego en las telecomunicaciones, entre otros), sumado a la pandemia, la cuarentena y el impacto en la economía agravaron la crisis. Una dramática caída del PBI (9,9%, la peor desde 2002), sumado a una elevada inflación por la emisión de $2,2 billones para sostener trabajadores y empresas frente al coronavirus más la presión por huir de varios fondos expandieron el riesgo país, la brecha cambiaria e impulsaron el dólar blue a $195, lo que hizo sonar todas las alarmas de Cristina Kirchner, que se recluyó. La lapicera es del Presidente», dijo.
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