Por: Matías Kraber (@matiasKraber)
Ella es la heidy de las Thatcher en una era con corazón de mercado, líquido, posmodernísimo en los que ya no tanto los 90, sino los años 30, década infame y cambalaches del tiempo que le vuelven a dar una y mil veces la razón a Discepolín. Los poetas que ven más allá. Las maquinarias de un Estado/ Empresa que sabe ver el marketing de la política con agudeza de eficiencia alemana, aunque el mentor sea el ecuatoriano Durán Barba, revés perfecto de Rafael Correa en esa Kamchatka del sureste sudaca.
La antítesis a esta oleada liberal sin precedentes en el mundo, al menos, asustado de tanto unísono. Al mismo tiempo, gatillos neoliberales le ganan el código de barra a otra conciencia. Al común usuario, o a otro país sea Brasil, Paraguay, Francia o España. Porque de Trump ni hablar.
Porque ese sujeto que ideó Duran Barba como votante de Cambiemos, incluso clase media baja, clase media, con aspiraciones individuales y sin tanta información, aunque con estándares de conocimientos políticos cumplidos; ese sujeto, cree en ese cambio de chip de una argentina más puritana que se saque inmigrantes de encima, sea más austero y nacional en muchas cosas, aunque ese chauvinismo sea xenofobia agresiva.
Ese sujeto que quiere su confort y su seguridad como paladines de futuro.
Mientras tanto, las industrias caen, las Pymes entran en estado vegetativo, miles de argentinos se vuelven a España como en los 2000, la palabra pueblo se lastima, queda gravemente herida y con ese nervio de animal salvaje sin saber el cómo todo esto ha ocurrido de pronto. Casi un tsunami digital. Casi. Un capitalismo de los likes.
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