Quien fuera uno de los hombres más díscolos del gobierno de Mauricio Macri y uno de los pocos que plantó bandera frente a la arremetida de Marcos Peña con la famosa frase “reivindico la rosca política”, Emilio Monzó fue despedido en la última sesión de la Cámara de Diputados de la nación con la gran mayoría de los legisladores de pie y aplaudiendo.
Se lo caracterizó siempre por ser un hombre de diálogo y consenso entre los diferentes legisladores oficialistas, opositores y quienes defendían a través de su voto la autonomía de sus provincias.
Se jactó de ser un “mero” armador que trabajo desde sus inicios para lograr el acuerdo político entre el radicalismo, el pro y los dirigentes peronistas que sumaron en su momento para que Mauricio Macri llegara a la presidencia en el año 2015.
En el transcurso de la gestión debió mostrar en varias oportunidades su descontento con las políticas llevadas acabo por el gobierno de Cambiemos conducido por Mauricio Macri, pero la ruptura final de su relación con el espacio conducido por el presidente saliente fue en las horas previas al cierre de listas, cuando la propia María Eugenia Vidal lo otorgó sólo 5 minutos para decirle “no hay lugar en las listas para los tuyos”.
Emilio Monzó dio por finalizada la relación, aunque como todo “caballero de la política” supo tragar ese sabor amargo de la derrota. En la lista nacional tampoco le dieron demasiada cabida, pero pudo colar uno de los suyos, Sebastián García De Lucca y algún que otro.
Monzó sabía que no se podía dar el dialogo con quien no quería dialogar. Rápido de reflejos y astuto en su movimiento, el Tejedorense vislumbró la caída del macrismo en las elecciones y confirmó su salida de la presidencia de la Cámara de Diputados antes de tiempo.
Todo estaba dicho. Emilio Monzó y su equipo ya habían comenzado a tejer redes para conquistar nuevos espacios de poder. Su filosofía de “diálogo y consenso” es lo que está necesitando la Argentina y el gobierno entrante para llevar adelante un barco que tiene filtraciones por doquier.
Los aplausos, las lágrimas y la ovación hablan por sí solas.