Empezó de cero en la escuela de boxeo del Pava Carrizo, y luego de muchos años de entrenamiento y disciplina obtuvo su primer título en el Torneo de Las Estrellas, organizado la por la Federación Argentina de Boxeo. Ahora quiere seguir entrenando y “llegar a vivir de esto”
Su padre lo veía pasar muchas horas frente a la computadora y consideró oportuno llevárselo al Pava Carrizo para que “haga algún deporte”. Así fue como hace unos seis años Alan Ramírez conoció la Escuela Carrizo, que funciona en la Ex OFA de Villa Elisa y donde en forma gratuita se enseña una gran variedad de disciplinas a los jóvenes del barrio.
Recuerda, que al principio se le dio por probar con el kick boxing, pero sobre la marcha, un amigo le dijo que “había empezado boxeo y que estaba bueno”. “Y me gustó”, dice. Así fue como empezó. Luego de dos años, con talento y perseverancia, comenzó a entrenar para abrirse paso en el box amateur, pero se lesionó y el sueño quedó postergado.
La chance vino después de varios meses de entrenamiento, en noviembre último, cuando obtuvo finalmente el primer título en el torneo de Las Estrellas, organizado por la Federación Argentina de Boxeo. Ahora quiere seguir entrenando y seguir sumando títulos para abrirse paso en este mundo. Para ello cuenta con el apoyo de la familia, sobre todo de su padre y de su hermano, que lo acompañan a todos lados.
“Mi mamá es la única que no me acompaña a las peleas. Todavía llora al verme, pero me apoya de todos modos”, dice Alan al tiempo que afirma que aún no sabe de dónde surgió la vocación, ya que no hay antecedentes en la familia.
En cuanto al día a día de este joven de apenas 20 años, sus jornadas están marcadas por una rigurosa rutina, por las mañanas entrena con un preparador físico y por las tardes, recibe la instrucción técnica en la Escuela del Pava. Entre uno y lo otro, trabaja en la fábrica de cerveza artesanal de su hermano. “Si no trabajara con mi hermano, que me permite acomodar los horarios, no podría entrenar e ir sumando experiencia y peleas, que es lo que la Federación te pide para llegar a la liga profesional”, dice.
Para su entrenador, es un chico con muchas expectativas, porque además del talento, “se lo toma en serio y sabe escuchar lo que uno le explica y le aconseja”. “Eso es lo más importante”, dice el Pava Carrizo. “Cuando empezó, se destacó del resto porque se fijaba metas y de apoco iba superando a sus compañeros. Ahora todos lo quieren alcanzar”, recuerda el Pava.
“Ahora él es el espejo de los demás chicos en el gimnasio”, sostiene. Un lugar que al momento instruye en este deporte a unos 70 alumnos entre mujeres y varones de distintas edades, de los cuales 15 son federados.
“Tenemos un semillero lindo, no solo por la calidad deportiva, sino por el compañerismo que hay entre ellos. Eso te llena, y yo les voy a transmitir todo lo que me enseñaron a mí. Después está en ellos entrenarse prepararse”, remarca.
Ya al finalizar, Carrizo destaca la importancia de la función social de los clubes y las escuelas que, a cambio de nada, contienen a cientos de jóvenes, lejos de las calles y las drogas y con una perspectiva de futuro.
“Creo que el Estado debería estimularlos, en vez de restarle apoyo y ponerle trabas a las competencias amateur, que no dejan ninguna ganancia económica pero que son importante para los chicos”, sostiene.